Desde El Círculo de Zerom, uno de sus integrantes, Sendel, responde a esta cuestión relatando su experiencia personal, y de paso, plantea esta pregunta a los aficionados. A imagen y semejanza de la propuesta de Carrusel Bloguero, tiende la mano para que desde otros lugares nos unamos al tema planteado relatando nuestra experiencia particular. Y como rolero veterano curtido en estos menesteres desde hace dos décadas, no puedo dejar escapar la oportunidad de contar batallitas.
Así pues, me coloco la chanclas de franela de estar por casa, el batín a cuadros y acompañado de un delicioso Suntory Hibiki, tomo pluma y tintero para rememorar una historia que se remonta al siglo pasado...
Era verano del año 1991. Casi con toda seguridad el mes de julio. Para mi, fin de la época de instituto y en el horizonte el comienzo de la universidad. Un amigo de aquella época llamado Óscar, al que no veo desde hace años pero que pertenecía a la pandilla, nos apareció un día contándonos que le habían regalado un juego de Rol.
Un juego de Rol... ¿y qué diantre era eso?. Lo poco que me sonaba de eso del Rol en aquella época me sugería alguna clase de práctica sectaria, casi pecaminosa y que igual hasta estaba perseguida por la ley, en la que, de forma secreta, un grupo de personas se reunían para jugar a esos juegos extraños. Sin duda elaboraban planes para dominar el mundo, sacrificaban pollos y realizaban misas satánicas. Como podéis ver, todo absolutamente cierto. O casi.
No obstante, nunca he sido persona fácilmente influenciable por leyendas urbanas, mitos de escaso sustento lógico ni víctima de prejuicios (al menos, no para lo referente al Rol). Así que cuando mi amigo intentó explicarme que era un juego en el que llevas a un personaje que va de aventuras, todo la aureola de misticismo, pseudodelito y temor a acabar convertido en rana se fue esfumando. Básicamente me estaba vendiendo algo parecido a la Oca, pero llevando un personaje aventurero. Ah, y se tiraban dados. Unos dados un poco raros. Pero daba igual, ya conocía la palabra "dados" desde hacía años y sabía perfectamente que los dados no son raros...
Mi entusiasta amigo, además, nos aclaró que el juego en cuestión era El Señor de los Anillos (edición de Joc Internacional). Y sí, me sonaba que un viejo con barba y gafas había escrito un libro titulado así, pero ni lo había leído ni había visto la película de dibujos animados basada en el mismo (que era lo único que se había hecho al respecto en el campo audiovisual). Así que, contando con todas sus explicaciones y su esfuerzo por aclararnos las excelencias de su nueva adquisición con finalidades lúdicas, a mi me quedó una sensación un tanto extraña. ¿Sabéis esa sensación que te recorre el cuerpo cuando no tienes ni puñetera idea de lo que te están hablando? Pues esa.
Pero daba igual. Verano, vacaciones, amigos, un entusiasta dispuesto a mostrarnos su juego de Rol sí o sí... ¿Qué más necesitábamos?. Pues una mesa y algo donde sentarnos, unos lápices y una goma. Y listos.
Una mañana decidimos que era buen momento para probar eso del Rol. Mi amigo y dueño del juego había preparado unos personajes pregenrados y tenía lista la partida, concretamente Los Colimbos de Páramo Largo, una aventura introductoria que venía en el libro básico y que estaba ambientada en la región suroriental de los Páramos Fríos de Eriador, junto al Bosque de los Trolls. Y cuando me acuerdo del Bosque de los Trolls, me da la risa tonta... ya veréis porque....
Antes de empezar, me asaltaron dos dudas. La primera era referente a la solvencia y experiencia previa de mi amigo como director de juego ("máster", me dijo que se llamaba al papel de árbitro y narrador que iba a desempeñar, y con eso me quedé). Mi amigo contaba con referencias intachables: había jugado una vez al juego con sus primos. Y no lo había dirigido nunca. Pero se había leído el libro... más o menos, como posteriormente confesó.
Digamos que su currículum no era el mejor, pero como no teníamos más candidatos para el puesto de "máster", nos pareció la mejor elección a los 3 jugadores que íbamos a servir de cobayas para su experimento como narrador de un juego de Rol.
La segunda duda era obvia. ¿Dónde narices estaba el tablero? Era un juego, ¿no?. Y se usaban dados, ¿no?. Pues necesitábamos un tablero. Y figuras o fichas para moverlas. Pero no, mi amigo nos contó que no había tablero ni fichas, que como mucho nos daría un mapa dibujado a mano por él mismo cuando lo necesitáramos. El juego consistía en escuchar un relato, nuestros personajes eran protagonistas y le teníamos que decir en cada momento que queríamos hacer, con quién queríamos hablar y él ya nos diría cuando teníamos que lanzar los dados d100 (que efectivamente, sí era un poco raros, la verdad).
Ni corto ni perezoso, me dejé llevar por las explicaciones de mi amigo. Miré fijamente la hoja de mi personaje sin entender exactamente el baile de números que allí había, y me dispuse a llevar a Wilhaet Brem, hijo de un curtido veterano de las guerras contra los Corsarios, mercenario de profesión y armado con Matalobos, una espada ancha mágica +15 perteneciente a su bisabuelo. Y mis otros compañeros de fatigas fueron un campesino guerrero llamado Alf Mep, armado con un enorme espadón, y un enano de las Montañas Azules llamado Nari que lucía una cota de mallas, un escudo y un martillo de guerra.
Respecto a la partida, duró alrededor de 3 horas escasas. De ella surgieron nombres célebres que durante años me han acompañado: La Última Posada en el Camino del Este, el norteño explorador Fuilcwian o el Lago Inferior junto a Páramo Largo.
El argumento de la partida, sobre el que no entraré en detalles, se fundamentaba en un esquema clásico de aventura dungeonera de las que hoy se catalogarían old school: Un grupo de bandidos liderados por un tal Talin Loech descubrió unos túneles excavados que discurrían entre El Bosque de los Trolls y Páramo Largo, y asentaron allí su guarida hasta que los forajidos cayeron en una emboscada preparada por guerreros liderados por Arbragol de Tharbad. Sin embargo, el tesoro fruto de sus fechorías realizadas durante años, no se encontró.
Y aquí empezaba la aventura. Contratados por la anciana Cigfa Bairg, una descendiente del único forajido que sobrevivió a la emboscada de Arbragol, los PJs debían localizar el acceso al túnel del Lago Inferior, hallar un modo de entrar en él, y recuperar el tesoro de Talin Loech, que además contenía el Cuerno de Kine (que es lo que en realidad deseaba Cigfa Bairg), un objeto mágico de valor incalculable.
Y hasta aquí la teoría sobre lo que debió haber sido aquella partida. Porque la realidad es que encontramos la cueva, el túnel y el Lago Inferior. Y también a un Troll meloso y juguetón (recordáis lo del Bosque de los Trolls y la risa tonta que me daba...) que decidió comprobar la dureza de mi cráneo con un garrote. Concretamente, lo que me ocurrió fue: "Inconsciente durante 4 horas debido a un golpe en un lado de la cabeza. Si no se lleva yelmo, el cráneo queda aplastado. -20 pv."
Por suerte, llevaba yelmo. Desgraciadamente los Trolls no son famosos por su astucia e intelecto, ni por elaborar complejas tácticas de combate. Así que el pedazo de bicharraco, teniéndome a su merced, se ensañó y me machacó a golpes. Y me mató. A las dos horas y media de partida, Wilhaet Brem finalizó sus heroicas andanzas con el cráneo convertido en puré de guisantes gracias a la inestimable ayuda de un Troll, criatura a la que desde entonces guardo una especial animadversión.
Aun así, mis aguerridos compañeros, con algo más de fortuna y unas heridas soportables, dieron con el tesoro y salieron de los túneles como alma que lleva el diablo. Abandonando el cadáver de mi PJ allí, claro.
Al finalizar, hicimos unas cuantas valoraciones sobre El Señor de los Anillos, el juego de Rol. El máster indicó que quizá hubiese sido buena idea usar a un PJ mago. Porque sí, respetado lector, el juego contemplaba el uso de Magia, algo que mi amigo "olvidó" mencionar. El motivo es que, según él, lo de la magia era muy difícil. Y ciertamente, echando mano al libro y leyendo el capítulo de Magia por primera vez, me pareció difícil. Y poco útil. Mi PJ guerrero muerto me parecía mucha mejor opción......
Y el otro aspecto crucial, es que lo de jugar sin tablero era un poco complicado. Y sin fichas que mover, ya no te digo. Pero en ese aspecto, nuestro máster fue tajante. No iba a haber tablero. El juego no iba así. Sin embargo, y a pesar de la prematura muerte de mi PJ, aquella primera sesión de Rol me mostró un juego que me pareció repleto de posibilidades
Óscar, mi primer máster de mi primer juego de Rol, siguió durante bastante tiempo ejerciendo como narrador, aunque al cabo de un par de años, dejó de lado la afición. Los otros dos jugadores principiantes abandonaron el barco al poco tiempo. El Rol no era para ellos. Pero a mi, me había atrapado y ya no me iba a soltar.
Aquel grupo inicial de aventureros modificó sus rostros. Óscar y yo introdujimos a otros amigos en el Rol, y esta afición nos abrió las puertas a conocer a otros jugadores. Y así se construyó el grupo con el que he jugado durante décadas. Unos vinieron, otros se fueron, pero la Tierra Media con El Señor de los Anillos primero y Rolemaster después, fue nuestro mundo de juego. Manolo, Floro, Bajini (apodo nacido del pseudónimo de su personaje Enano, que era el Enano más alto de Tierra Media), Rubén y Quim; nombres que están reflejados en una columna a la derecha de este texto bajo el título In Memoriam, son el legado que el Rol me ha dado; amigos con los que he pasado incontables horas compartiendo esta fantástica afición.
Desde aquella primera partida a El Señor de los Anillos hemos recorrido la Tierra Media, aventurándonos en los Túmulos de Bree, visitando Lorien y Rivendel, viajando al reino de Angmar, al Bosque Negro, a Gondor y a Pelargir, cabalgando por tierras de Arthedain, cruzando las minas de Moria o acercándonos peligrosamente a Harad.
En cuanto a aquello de que la Magia era difícil y poco útil.... Bueno, con el tiempo aprendí a valorar la hechicería en su justa medida, y si tuviera que escoger un estereotipo de entre todos los personajes que he tenido en todos los juegos que he jugado, sin duda me quedaría con el Mago.