24 de febrero de 2011

Reflexiones desde la Tumba: El Ocaso del Rolero

EL OCASO DEL ROLERO: ¿Crónica de una muerte anunciada?

     Hace muchos años, cuando empecé a disfrutar del casi infinito universo del Rol, oí hablar a unos roleros veteranos en las ya desaparecidas jornadas de “Dia de Joc” sobre cómo su afición se había ido diluyendo con el paso de los años; no por que ya no les gustara (que les seguía gustando) la que había sido una afición con solera y de muchos años, sino por que su vida había cambiado con la aparición de las responsabilidades de “gente mayor” y el Rol había ido descendiendo de forma alarmante en su lista de prioridades vitales hasta quedar arrinconada en una esquinita sombría y polvorienta.
     Con cierta melancolía, rememoraban batallitas pasadas y observaban, con cierto pesar, unos dados poliédricos que reposaban sobre una mesa, junto a unas hojas de personaje garabateadas tras una partida de un juego que les había devuelto a otra época; una época en la que esos dados habrían sido lanzados por sus manos y alguna de esas hojas habría pertenecido a su personaje.
     Por aquel entonces pensé que sus palabras no se correspondían con mi realidad y que, viendo cómo era mi pequeño universo rolístico, a mi no me pasaría algo parecido. Craso error. Con el paso de los años he visto como se iban dibujando los pilares que sostenían la situación que aquellos roleros veteranos describían. No es algo que ocurra de un día para otro, sino que se va generando lentamente y por muchos factores, alguno evitables y otros, no.

    
     El Rol es, para la gran mayoría, una afición, un hobby. Unos pocos, además, han podido convertir esa pasión en su profesión. Y probablemente al haber profesionalizado su afición quizá hayan podido contemplar el lado más sórdido y menos agradable de la misma, teniendo que enfrentarse a la situación de una industria (la del Rol) que endémicamente sobrevive en el filo de la navaja. Pero ese no es mi caso. Aunque haberme dedicado profesionalmente a alguno de los aspectos del Rol no me hubiese disgustado, encaminé mi vida hacia otros objetivos que nada tienen que ver. Pero a lo que no renuncié fue al cariño que le debo al Rol por como ha influido en mi vida y por los buenos momentos que me ha dispensado.
     La clave de la llegada del ocaso del rolero se fundamenta en varios aspectos. Y el primero y más importante es que, salvo contadas excepciones, el Rol es una actividad destinada al tiempo de ocio del aficionado. Por tanto, es tiempo sacrificable cuando existen otras obligaciones que así lo demandan; y a medida que dejamos atrás la infancia y la adolescencia, esas obligaciones, ataviadas con distintos ropajes, van apareciendo, acumulándose y desplazando todo cuanto no constituye algo que tenemos que hacer sí o sí.
     Evidentemente, este argumento es aplicable, en mayor o menor medida, a cualquier variante de actividad de ocio; desde la filatelia (parafraseando a un insigne traductor de juegos de Rol de nuestro país como es el maestro Zamarreño, imagino que a estas alturas nadie necesita que le diga lo que es la filatelia), la construcción de barcos de madera en el interior de botellas de cristal (que como todo el mundo sabe es una variante del modelismo naval) o la afición a los juegos de mesa. Pero lo que diferencia el Rol de otras aficiones es que no es una actividad de ocio individual, puesto que para su pleno desarrollo requiere la participación de varias personas. Y además cuenta con una peculiaridad única, que es el hecho de que toda partida de Rol cuenta con jugadores y un director de juego (o máster, rescatando la variante sajona que uso habitualmente).

     Así, las bases fundamentales del Rol requieren que un grupo (más o menos amplio, eso varía) coincida en el mismo lugar y en el mismo momento, y cuente con un margen generalmente amplio de tiempo para dedicarse a la partida. Es lo que vulgarmente llamaríamos “quedar para jugar a Rol”. Y ahí empieza uno de los primeros problemas que acaban derivando en ese ocaso del rolero. Cuadrar agendas con tus compañeros de juego puede tornarse un ejercicio de surrealismo marcado por las obligaciones laborales y familiares, fundamentalmente.
     Si eso ocurre de forma esporádica, no implica problema alguno. Pero cuando esa es la norma que rige el intento de quedar para jugar a Rol, lo que suele ocurrir es que cada vez se va quedando con menos asiduidad, ya que cuando no es uno es otro, y la casa sin barrer. E íntimamente ligado a ese efecto, aparece una drástica reducción en el número de asistentes. La antaño partida con 5 jugadores y 1 máster se reduce a 4 jugadores, luego a 3 y luego a nada porque hay un punto en el que un determinado juego y una determinada historia no puede convertirse en un diálogo entre un único jugador y el máster.
     Todos los que han ido “desertando” y desapareciendo de ese grupo son los que suelen generar más problemas para quedar. Son los que “nunca pueden” por mil y un motivos y acaban condicionando que nadie más juegue. Así que, con el tiempo, se les deja de tener en cuenta. Pero para entonces, ya se juega menos.

     Otro aspecto determinante en el ocaso del rolero es el efecto “burn out”. Por definición, un juego de Rol requiere unos jugadores (obviamente) y a un máster que prepare la partida. Y no nos engañemos, aquí ocurre como en un equipo de fútbol: todo el mundo quiere jugar de titular. Y la tarea de dirigir, suele ser la que genera más salpullidos.
     Aun así, ejercer como máster es algo intrínseco al Rol y a quienes realmente les gusta. El motivo es que esa función permite desatar el propio talento creativo, desarrollar la imaginación y ofrecer a tus compañeros tu particular visión de aquello que se narra.
     Hacer de máster de un juego, dirigirlo, narrarlo y dominarlo es algo sumamente gratificante; pero también requiere esfuerzo, dedicación y sacrificar parte de tu tiempo para que otros acaben disfrutando aquello que creas. Y la recompensa a ese esfuerzo suele ser la satisfacción, la diversión y una sensación de plenitud que te embarga cuando sientes que aquello que has preparado ha gustado y motivado a tus jugadores.
     A pesar de todo esto es frecuente que en todo grupo de Rol existan unos “másters escogidos a dedo” o por la costumbre que jamás tienen opción de abandonar ese papel. Y cuando a ese máster se le niega el placer de jugar (que también tiene derecho), y se le complica en sobremanera conseguir llevar a cabo su partida por cuestiones logísticas, acaba quemándose. ¿Para qué tanto esfuerzo si nadie más lo valora ni se esfuerza en la misma medida? Y ahí empieza el problema real: se juega menos, se juega en peores condiciones y con menos motivación.

     Finalmente, hay otro factor muy importante que se añade a esa combinación que lleva al ocaso del rolero, y es que a medida que pasan los años vamos cambiando nuestra percepción de las cosas, evolucionamos en nuestra forma de jugar o dirigir y buscamos mayor exigencia a una actividad que vemos que cada vez llena menos espacios de nuestro tiempo libre. A medida que vamos madurando como personas y como roleros, buscamos algo más allá del argumento plano y lineal de una partida típica y tópica. Y cuando eso no nos llena, ese poco tiempo del que todos disponen parece malgastado. Cuando empiezas a no disfrutar con el Rol porque no se ajusta a tus expectativas, añades otro grano de arena a la balanza que poco a poco se va decantando hacia el ocaso del rolero.

     ¿Y esto tiene cura? O, por lo menos, ¿vacuna?. Pues como diría todo Sanador de nivel 20 que se precie, para poder curar algo, antes debes diagnosticar la enfermedad. Así, es imprescindible ser conscientes (todos los miembros del grupo) del por qué la que antes era una actividad que les llenaba y que practicaban sin demasiados problemas está entrando en declive. Y probablemente, en la respuesta a esa pregunta aparecerán alguno (generalmente todos) de esos factores que he mencionado.

-Tiempo libre: Ciertamente, cuando dejas de ser un adolescente que se dedica a estudiar (con mayor o menor éxito) y a “quedar con los amigotes para jugar a eso del Rol” (frase que cualquier rolero padawan le ha escuchado alguna vez a sus padres) y te conviertes en todo un adulto de provecho, con obligaciones laborales, obligaciones familiares y una hermosa hipoteca a pagar en cómodos plazos durante el resto de tu vida, tu tiempo libre se ve reducido. Ley de vida. Ajo y agua, como dirían por ahí.
     Pero eso no significa que tu vida se torne una imagen en negativo de la que era hace unos años. Es una cuestión de mantener una actitud flexible y razonable, aprovechar al máximo ese escaso tiempo libre e invertirlo adecuadamente en una afición que, supuestamente, te gusta. Eso implica intentar adaptarse también a los horarios y exigencias de los demás. Hoy por ti, mañana por mi.
     Es evidente que la frecuencia con la que se juegue y el número de participantes no volverán a ser como antes, pero es la única forma de impedir que el Rol se convierta en un recuerdo de lo que fue y ya no es.

-Factor “burn out”: ¿El máster nace o se hace? Pues ni una cosa ni la otra. El máster es lo que es, en parte porque él mismo disfruta creando historias. Pero también es lo que es porque sus jugadores se lo exigen. Nada de eso es malo. El problema está cuando ese papel no lo asume nadie más, va pasando el tiempo y el que más esfuerzo le dedica al Rol (sin duda el máster es el que más trabajo hace) siempre es el mismo.
     “Yo jugar, juego; pero no hago de máster”. Frase cientos de veces pronunciada por alguna sanguijuela de todo grupo de roleros que se precie. Si todos dijésemos e hiciésemos lo mismo ¿qué partidas de Rol se jugarían?.
     Hacer de máster, con la carga y responsabilidad que entraña, es una tarea que debe ser compartida. Sin excusas. Un juego de Rol lo es porque se puede jugar. Y todos tienen derecho a disfrutarlo del mismo modo, y aunque exista una persona que ejerza como máster de forma habitual, en algún momento va a necesitar un respiro y tomarse unas vacaciones de la dirección de juego.

-Los tiempos cambian: Y la que hace diez años pudo haber sido una campaña fascinante, con el tiempo no será valorada del mismo modo. El jugador veterano modifica sus gustos, se torna más intransigente y sibarita. Las riñas y discusiones sobre reglas tan frecuentes cuando la sangres es joven y tiene facilidad para hervir se tornan menos frecuentes pero aparecen otras causas de enfrentamiento o discusión.
     Es función de todos, jugadores y másters, entablar un diálogo (no una discusión acalorada) para establecer las bases de lo que cada uno está dispuesto a aportar y espera de la partida o la campaña. De ese modo, con interés, implicación y un poco de esfuerzo por parte de todos, se pueden evitar las actitudes surgidas de la frustración.

     En conclusión: a medida que pasan los años todos cambiamos y nuestra situación vital también lo hace. Pero no nos engañemos. Todo el mundo dispone de una o dos horas semanales para dedicarlas a preparar una partida; o una tarde cada mes o mes y medio para quedar con el resto del grupo y jugar a Rol. Otra cuestión diferente (y que suele ser la clave de todo esto) es que realmente se quiera dedicar ese tiempo al Rol. Y si alguien, seriamente, afirma sin tapujos que en su caso es imposible tener tiempo libre, lo ha sido en los últimos tres años y lo será en los próximos treinta; una de dos, o miente como un bellaco y lo hace perfectamente, o su miserable y triste existencia es digna de presentarle nuestro más sentido pésame.

     Por último, y como mensaje esperanzador, quiero hacer mención de algo que he leído en un par de blogs sobre Rol.

Gerry_Lopez en Aventureros Inc. escribió:

“Ojalá no hubiese leído nunca el Señor de los Anillos...ni el Hobbit, ni el Silmarillion. Ojalá no hubiese visto nunca Conan el Bárbaro, ni Excalibur ni otras pelis del estilo.
     Por supuesto, ojalá no hubiera jugado nunca a rol ni comprado ningún manual. Para tenerlo todo por descubrir, para volver a vivirlo todo de nuevo y tener más esperanzas que recuerdos. Volver a hollar con mis pies calzados con sandalias sobre los enjoyados tronos de la tierra. Descubrir amigos patos en Apple Lane, perder la batalla de las Lágrimas Innumerables junto con mi hermano o hacer huir al kraken mientras nos insulta.
     Ojalá.
     Pero, en fin. Recordar...es vivir un poco de nuevo.”

Ricard Ibáñez en Histo-Rol, refiriéndose a Aventuras en la Marca del Este, escribió:

“El otro día, por fin con mi ejemplar bajo el brazo, me fui a la partida de los jueves y se lo enseñé a mis amigos.
     Los de la partida de los jueves es un grupo especial. Llevo jugando con ellos cosa de 25 años. (Con algunos más). Juntos acumulamos casi tantas publicaciones como muescas en los dados. Así que su opinión era para mí muy importante.”

Mientras exista pasión por el Rol, se puede hallar el modo de que siga formando parte de nuestras vidas.


3 comentarios:

  1. ¡Sin duda alguna!

    Durante un par de años he visto mi vida rolera decaer hasta límites insospechados, hasta que tuvimos opción de tomar la sartén por el mango, hasta que vi que todos pensábamos que antes nos gustaba mucho nuestra partida semanal y que queríamos jugar más amenudo.

    Como dices sabiamente en el texto, imposible jugar como antes, por mil cosas y todas y cada una de ellas válida a más no poder. Pero ahora jugamos una o dos veces al mes por norma y todos estamos deseando que llegue la siguiente partida. Como dices, hay soluciones, solo hace falta el esfuerzo colectivo para tomarlas.

    ¡Un saludete y gran post!

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  2. Pues la verdad es que sí, que sin duda alguna la vida como rolero se puede salvar en la vida adulta con un poco de esfuerzo por parte de todos los implicados.

    Pero cuando no hay ganas... no se pude hacer nada. Por mucho que la gente lo recuerde con nostalgia, esas partidas no volverán si siguen poniendo otras prioridades por delante del rol, algo que no critico, ojo, cada cual hace lo que quiere con su tiempo libre.

    Por suerte somos muchos en el mundillo, y la solución pasa por buscar nueva gente con la que jugar, tal y como hice yo. Y en el recuerdo quedarán aquellas mágicas aventuras con aquellos grandes amigos en tierras lejanas, contadas junto al fuego en una noche de acampada con los nuevos compañeros en las nuevas tierras por explorar :D

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  3. Creo que en todas estas razones falta un par que también me parecen importantes:
    1-El lugar para quedar a disfrutar de tu afición:
    Cuando eres más joven siempre encuentras un hueco en casa de tus padres, o incluso alquilas un local para poder quedar con tus amigos roleros de toda la vida...
    Pero cuando te casas y la habitación que antaño empleabas para el juego dentro de tu vivienda se convierte de repente en la de tu propia hija...la dificultad de traer a tus "amigotes" a casa para "tirar unos dados" juega un papel importante.
    De aquí encadeno otro factor:
    2-Cuando tu pareja no entiende tu afición:
    En este caso se convierte en otro escollo más que debes salvar para dedicarte al rol significando que cada vez que quedas para jugar es bronca con la persona con la que tienes que convivir todos los días.
    Después de todo esto sin embargo no puedo desdecir que si el colectivo no quiere jugar no habrá nada que hacer...pero creo que en momentos de crisis alguien debe tomar el mando y reconducir la situación..o eso...o rendirse...(yo voy a intentar luchar!!)
    Ego.

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